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Contenido
Una cruda
denuncia de la inmoralidad de la industria farmacéutica. Nos medicamos sin
saber que el crimen puede estar detrás de ese gesto cotidiano. Los enfermos de
países en vías de desarrollo sufren experimentos a los que jamás nos
someteríamos. La industria farmacéutica encuentra en África, Latinoamérica,
Asia o Europa del Este a pacientes desprotegidos, a los que a menudo se informa
mal del riesgo que corren al participar en programas experimentales:
tratamientos de segunda categoría para el sida, placebos que suponen un tiempo
prolongado sin tratamiento cuando la cura es posible, gobiernos que hacen la
vista gorda y empresas capaces de matar. Sonia Shah describe con precisión
estos atropellos, y se atreve a poner nombre y apellido a los responsables.
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