4321, El Milenio de los
Inmortales de Antoanette Alza Barco, representa un viento fresco en el actual
emergente de una ciencia ficción peruana. No apuesta por el cuento ni por la
novela para esta iniciación, sino por la escritura teatral y lo hace con
conocimiento de causa, dada su experiencia en el medio escénico. El
atrevimiento es bienvenido, porque además de cultivar la CF mediante una
práctica inusual, desafía a sus colegas varones y reclama un merecido espacio
al que ya pertenecen escritoras como Claudia P. Demarini, Adriana Alarco,
Yelinna Pulliti o Tanya Tynjalä. Las cuatro piezas que el volumen reúne
despliegan un recorrido por los grandes temas de un género que sigue
expandiéndose en el país, a contracorriente de los juicios anquilosados o
trasnochados de cierta crítica miope que, felizmente, está siendo superada por
la realidad. La autora ha apostado por el teatro en un intento quizás por
desmarcarse de lo excesivamente codificado. O porque es el territorio donde se
siente más cómoda y libre. Eso ya no es relevante. Lo esencial, y hay que
celebrarlo, es que alguien con inteligencia, sensibilidad y vocación ha dado el
paso oportuno. En sus obras existen los inevitables homenajes a los autores
predilectos, como Asimov, pero también un tratamiento que aspira a ser personal
en torno de los tópicos clásicos, como la prolongación de la vida y la
colonización del espacio. Y estoy seguro de que habrá más incursiones de la
flamante creadora en estos apasionantes rumbos de los cuales ya no podrá alejarse.
José Güich Rodríguez
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