La historia nos muestra que el
problema del origen de la vida ha atraído la atención de la humanidad ya desde
los tiempos más remotos. No existe un solo sistema filosófico o religioso, ni
un solo pensador de talla, que no haya dedicado la máxima atención a este
problema, lo que ha ha constituido el centro de una lucha acerba entre dos filosofías
irreconciliables: el idealismo y el materialismo. Hasta los inicios del siglo
xx, las ciencias naturales habían sido incapaces de encontrar una solución
racional y científica a este problema, atrapadas como estaban en el callejón
sin salida al que llevaba el principio de la generación espontánea. Los
estudios de Oparin, cuyos primeros resultados publicó en la presente obra,
fueron pioneros en su época y, pese a la fuerte oposición inicial que
recibieron, serían base y estímulo para la investigación en este campo.
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