Si Juego y distracción supuso un
paso de gigante en la incipiente carrera de James Salter, Años luz, publicada
ocho años más tarde, en 1975, significó claramente su consagración como uno de
los grandes maestros de la literatura norteamericana del siglo XX. La escritura
diáfana, leve y luminosa de Salter nos asoma al interior del matrimonio de los
Berland, cuya vida transcurre entre Manhattan y una vieja casa al norte de
Nueva York. Allí, en una suerte de paraíso natural, rodeados de prados y con
vistas al río Hudson, Viri, arquitecto al que le apasiona su profesión, y
Nedra, una mujer de marcado carácter y una rara elegancia, disfrutan de los
paseos, las cenas con amigos y los incontables momentos de sosiego dedicados a
jugar con sus dos hijas. Sin embargo, detrás de esta apariencia idílica, el
lector descubre las finas líneas de fractura que asoman en la superficie y se
van convirtiendo en grietas hasta que, finalmente, desfiguran el paisaje sin
posibilidad de reparación. El amor difuminado por el paso del tiempo, como gran
protagonista, aguarda a los personajes para envolverlos en una luz final,
vespertina, sin retorno. Años luz traza con exquisita sensibilidad los límites
y contradicciones de ese estado evanescente de plenitud y bienestar que
llamamos felicidad y que anida en lo más profundo de todo ser humano.
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