Esta «novela salvaje» -como la
denomina en el prólogo el escritor Mario Vargas Llosa- tiene como idea medular
la de la salvación del ser humano a través del acto deliberado, y por ello
mismo redentor. Sólo los héroes están capacitados para comprometerse con sus
actos, para hacer de la acción constructiva una mística, librándose así de las
muchas muertes que, por la puerta de la cobardía, penetran y socavan la sangre
de los hombres. La alternativa que trasciende de esta novela es la de ser héroe
o ser subhombre, es decir: vivir entregado al polvo, a la ceniza, al
envilecimiento, negado a la dignidad, a la difícil dignidad humana. En «No una,
sino muchas muertes» Congrains Martín emplea un lenguaje, una técnica, una
atmósfera legítimamente personales, que han contribuido, sin duda, a la
demorada renovación del realismo.
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